Hasta el año pasado, yo nunca me había subido a un avión. Lo había imaginado, lo había querido muchísimo, pero nunca tenía en mis bolsillos el dinero como para comprar tiquetes e irme. Si la vida es complicada para cada quien a su modo, para mi capacidad de respuesta, siempre sentí que lo era en mayor medida.
Dando unos pasos hacia atrás, yo siempre vi en películas, y leí en algunos libros, sobre La Belle Époque, y me parecía una cosa mágica, un gran nombre, muy acorde con lo que era. Un día, caminando por las calles de Mérida, encontré un pequeño pero hermoso bar, con gran estilo, y además el sol que desde luego sabe lucirse, hacía que se vistiera perfecto al contrastar con el cielo. Era como una señal divina, como mi propia bella época, en la que de un modo sencillo y natural, vi concretado algo que quise tantísimo.
La vida es así, los malos y buenos tiempos no son una constante.
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