La historia de hoy es en realidad sobre el recuerdo. Recordar debe dejar faltando un poquito de presente, y esas son las ganas de vivir; el nuevo comienzo no borra ni anula el recuerdo, sobre todo cuando este es hermoso, y recordar, de ninguna manera podría restar importancia a este segundito.
Me gusta tener claridad de lo que ha pasado antes, de la raíz, el antecedente, el ayer, y es que aunque no tengo buena memoria (quien me conoce lo sabe), yo puedo experimentar de gran manera el recuerdo, sus sensaciones, olores, y todo lo que tenga que ver con el bien y el amor. Puedo recordar la piel, puedo recordar el gesto, puedo recordar las ganas de llorar de tanta risa.
Si la memoria fuese mala todo el tiempo, quizás no habría motivo para dar espacio al bien que todavía no se ha hecho, es decir, ser honesto en una sociedad que no lo es, ser aficionado al equipo que no gana nunca, prestarle dinero a un amigo en banca rota, ver por el desnutrido, ¡Si el que sufre es otro!, ¿Por qué?, ¿Por qué amar a un ser humano que está muriendo, o al vecino soberbio que se la vive criticando?, ¿Cómo se puede ser honesto en un mundo deshonesto?
Recordando que ahí en lo imperfecto, en el aparente mal, también estaba el bien. Quizás el recuerdo no es ideal y prolijo, pero pudo alguna parte de la historia, sumar franqueza y valor a la persona.
El sitio en el que vivimos no está roto, o al menos no del todo. Yo he visto lo roto, he sentido el corazón roto (se me ocurren varias situaciones trágicas por mencionar, no será en esta oportunidad), y me ha consolado el bien. Recordar el bien da esperanza para vivirlo de nuevo, y aún en un mal momento, en la peor pasada, hubo bien, alguien, una mano, un hombro, una flor, algo. Si te pones a pensar, seguro que en cada mala situación, sucedió algo extraordinario, algo del bien.
Si de personas se trata, están aquellos, los persistentes, los valientes, los generosos, y están aquellas, las arrebatadas, las tiernas, las pacientes. Dejan de importarme los necios, cobardes, o crueles, los desagradecidos y la penuria, cuando recuerdo que existe el amor, y que sin importar cuánto vaya a durar la vida para mí, yo ya he visto el bien a los ojos, me ha secado las mejillas, he comido junto a mis amigos, he perdonado y he sentido la piedad, el calor, y después del dolor, todavía he querido vivir.
No se está siempre bien, pero el bien llega, llega disfrazado, llega de sorpresa, llega de puntitas mientras las luces están apagadas. Está ahí cuando se da tiempo a lo importante, a lo esencial. Dar tiempo a lo importante regala paz. Tiempo al tiempo me muestra siempre que funciona, y que solo la paciencia infinita da resultados inmediatos. De cualquier forma, para bien o para mal, siempre se encuentran justificaciones para el proceder de uno. El tiempo lo cura todo, lo firmo, y luego de él, se recuerda el bien.
Por esta razón, ahora ando sacando videos para luchar contra el olvido.
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