Sugiero elegir lo que dicta la razón y no el sentimiento, morir en manos de la curiosidad, compartir opiniones exponiéndose a la confrontación y la posibilidad de estar equivocados, y sobre todo buscar la verdad, el dato correcto, la explicación, el motivo, la respuesta, su ciencia, la ciencia de todo, y la información convirtiéndose en conocimiento.
El abandono del sentimentalismo como persona en jefe podría ser lo que te permita cortar amistades de años si es que llegas a entender que carecen de respeto o buenas intenciones, dejar de ser utilizado por los otros para fines egoístas, y así también, quedarte en un lugar por interés y beneficios por el tiempo necesario. Ser capaz de entender que no todo lo que te apetece será bueno, y abstenerte de ello.
Las decisiones bajo el uso de facultades humanas como la capacidad de análisis y el cálculo, abren un mundo de posibilidades mejores que caer. Pienso en este ejemplo, supongamos que tengo dinero para apenas un poco de gasolina y me dan a elegir entre un medidor que marque siempre lleno, o uno que indique su estado real, yo elegiré que este muestre la verdad, pues el autoengaño podría ocasionar que una noche el auto se detenga en una calle sola, oscura y peligrosa por haberme confiado en aquella mentira, en cambio, si mis ingresos suman mil dólares, pero puedo aparentar frente al banco que son dos mil dólares, yo elegiré la segunda, para tener mayor poder frente al banco, teniendo siempre la clara certeza de que el dinero real a utilizar no son dos mil dólares, sino mil. La diferencia está en que uno me ciega e imposibilita ver la realidad, pero el otro es mentira para el resto, y no lo es para mí, sino que yo lo controlo.
Hace años salí con un hombre que trabajaba hasta dormirse con los zapatos y anteojos puestos, luego de unos meses su anhelo era que fuésemos de viaje juntos. Llevarlo a cabo, aunque pocas, suponía también algunas inversiones y sacrificios para mí, que honestamente no resultaban prioridad, así que decidí no hacerlo en una, dos y tres ocasiones, sin cuestionamientos. No podía tomar tanto tiempo lejos de mis obligaciones laborales y académicas, su destino no era de mi interés, y gastar algo de dinero en otra cosa que mis propios planes no era una opción, así que decliné. Aquella no fue una decisión agradable, ¿El precio? Perder por completo el vínculo. Aquello me hizo parecer una mujer egoísta, que lo fui, y no me pesó, sin embargo, es un claro ejemplo de cómo una decisión puede significar bastante. Quizás le quería, no lo sé, pero otras cosas tenían mayor peso y factibilidad.
Pongo en la mesa también el sí y el no, aquello que es lo correcto, los juicios, mis propios juicios, y la cantidad de veces que una persona deberá tomar decisiones que serán trascendentales para su presente y futuro. Un error se lo manda cualquiera, pero la forma en que lo maneje podría dejarle en banca rota, sin trabajo, sin pareja u otros bienes que quisiera conservar; resultará en ocasiones la paz, la opción correcta, y en otras, un sinfín de lamentaciones. De ahí la importancia de recordar las capacidades que nos son propias.
Frente a mis errores de peso, lo primero que he hecho en el pasado es procurar salvaguardar mi vida, mi cabeza, y si me considero una mujer muerta, acudo a otra cabeza, una cabeza que se encuentre fría y en calidad de tomar acción, pues la culpa a mí se me da, podría acabarme cualquier día, pero ciertamente no cualquier cosa me la provoca. Si cometí suficiente como para acabar conmigo, prefiero acelerarlo, que se sepa ya y poder dormir, que vivir con la posibilidad latente de que reviente, sin embargo, también es cierto que tengo limitaciones para la sinceridad, debo decir.
¿Todas las mentiras y aquello “malo” que se haga se convertirá en cargos y consecuencias para el futuro? Realmente yo no lo creo. No pienso que todo lo malo o bueno que alguien hace se le regrese, sino que aquellos que hacen el bien y el mal recibirán todavía cosas buenas y malas de manera indistinta. Por supuesto lo que sí creo, es que lo que sea, habrá que hacerlo con alevosía y premeditación, en pleno uso de las facultades mentales complejas y maravillosas que posee el ser humano.
Dando pasos desde los inicios, la elección, la preferencia y la decisión puede encontrarse aún entre conceptos que parecen no tener mayor relación. Entre la impaciencia y la pereza yo me iría por la impaciencia, me parece que está mejor el mantenerse atento para lo que venga y resolver, que la pereza, tan simple e ineficiente, o también, que entre ser olvidadiza o cruel, prefiero olvidar, pues se me da naturalmente y no me trae todavía problemas que no posean solución, en cambio jamás he logrado sentir satisfacción en la crueldad, sino que me parece un acto inútil y de mal sabor.
Entre retirarse del lugar de los hechos, el sitio de los daños y hacer un escándalo para suplicar respeto y amor, aconsejaría a otros aquella opción que no dificulte sujetar la dignidad hasta el último momento, y entre las estrellas y los planetas, yo cuestionaría ¿Para qué? Si debo escoger entre la cirugía plástica y hacer ejercicio existen variables de persona a persona, será conveniente en algunos casos la una o la otra, lo cual da pie a considerar no ir siempre por lo que la apariencia o la mayoría consideren correcto, sino por lo conveniente, y no creo que estas dos suelan ir de la mano.
Desde la mayor voluntad una persona podría dar sus órganos sanos antes de buscar en el mercado negro un riñón o un corazón, pero si no es compatible, el mercado negro no parecería tan malo para alguien que ama y se rehúsa. Entre ir a la cárcel por buscar un órgano para un ser amado, o no hacerlo y tomar con resignación su muerte, seguro que hay quien prefiere ir a la cárcel y la vida que salvó como una certeza. Entre prisión y ser eternamente prófuga de la justicia, yo, por ejemplo, me quedo con la segunda, pues huyendo al menos puedo todavía sentarme a disfrutar de un restaurante viendo el atardecer, pero la cárcel parece un lugar insoportable para alguien como yo.
Entre ser un terrorista y una ladrona, prefiero ser una ladrona, de mentir (poco o mucho pero bien) a hacerlo de forma torpe y no poder jamás resguardar mi bienestar por medio de la mentira yo elegiría la primera, entre matar a mi peor enemigo o matar a un pedófilo, asesino al pedófilo, además de que entre tener enemigos o no tenerlos, yo prefiero no tenerlos. Con respecto a lo anterior, esas elecciones en apariencia absurdas o improbables son mías, y no me es posible tener idea de si los otros se inclinarían al mismo lado, ya que es de esperar que las elecciones de cada uno se rijan por sus propios razonamientos y su propia expectativa, y no por estar arraigados a idea ajenas.
El colocarse en situaciones hipotéticas, aunque lejanas o en este caso para muchos «carentes de moral» podría más allá de ser una actividad loca y perversa para perder el tiempo, representar la apertura y acceso a posibles soluciones previas a problemas cotidianos simples, y así tener una mejor reacción al verles llegar, al igual que tener ordenados gustos, prioridades, límites y deseos, para la ocasión de estar en frente del momento de elegir.
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